Total Pageviews

Sunday, January 16, 2011

CARTA DE RENUNCIA

        Amor, aquí estoy, meditando en la certeza de que no te puedo volver a ver.  No digo que no nos veremos más, porque tú nunca te fijas en mí.  Sabes que existo, nos conocimos, te cruzas conmigo todos los días… de lo que no te acuerdas es que yo sólo vivo para que tú aparezcas por esa puerta y me saludes, al menos con tu amabilidad acostumbrada.  Sin embargo, no te imaginas lo que detesto esa amabilidad, porque eso no se convierte en pasión.  En pasión se convierte un reclamo, una injusticia o una rabia solapada, pero tal cordialidad sólo nos ha llevado a la indiferencia. 

        Sí, vamos a poner que fueras amable, que de vez en cuando trataras de asomarte a mi escote o miraras de reojo el cruzar de mis piernas, mas no, estás ahí a dos pasos y no levantas la vista ni para pedirme el café y la correspondencia.
        Al mirarme al espejo veo un rostro agradable, quizás los ojos muy juntos, pero grandes y de mirada dulce... muy dulce tal vez, de pronto es a eso a lo que le huyes.  Una nariz pequeña, graciosa, me dicen, y unos labios llenos que se mueren por besarte.  Mi voz es ronca, un poco demasiado por apurarme  los dos cigarrillos que me fumo en el baño ya que me tienes prohibido hacerlo cerca de ti… ¡Y pensar que esa misma voz enloqueció a más de uno! 
        Yo sé que soy anticuada ¿quién en esta época escribe cartas de amor? Y te preguntarás por qué no te voy de frente con esto tan grande que me arruga el alma y que cada vez se me hace más difícil disimular.  Ayer, por ejemplo, al darte la correspondencia rozaste tu pulgar con mi dedo índice y casi me desmayo de emoción.  No tienes idea las veces que he ensayado tropezarme con el café para que te des cuenta de mi presencia, y así, al menos, haya una expresión en tu cara de algo que no sea la misma mirada vacía; pero no soy torpe... ¡qué se va a hacer!  Soy de las que cocina de punta en blanco, sin delantal, y al terminar toma su cartera y sale directo para la calle.
        El martes, cuando me informaste sobre la hora de la reunión de la Junta Directiva y te me quedaste viendo más de lo acostumbrado, el corazón me palpitaba tan fuerte que, disimuladamente, miré mi pecho porque pensé que se notaba.  Cuando levanté la cara, ya no estabas.       
Sigo triste y sola, reflexionando de cara a la luna llena que al asomarse por mi ventana lo baña todo con su nostálgica luz.  ¿Por qué será que el amor hace que uno acuerde cosas que después no puede cumplir?  Pienso en aquellos años en que fuimos felices, porque nos amamos hasta agotarnos de felicidad... para terminar en esto.
        No hay nada más triste y vacío, que un amor en solitario y hoy presento mi renuncia irrevocable, por enésima vez.  Mi renuncia a seguir esperando que algún día me sonrías inquietándome otra vez y me seques las lágrimas de gozo con tus labios. Pero sé que guardaré ésta con las otras la meteré en la gaveta del olvido porque prefiero tu silencio amable que no tenerte cerca de mí.                                                                            
Tu amante esposa,                                                                                                                       Eloísa. 

No comments:

Post a Comment