Total Pageviews

Thursday, February 10, 2011

Me quiere... no me quiere...



        Sentada frente al espejo de su peinadora, se contempla, ya lleva rato cepillándose el cabello lentamente. Se aproxima al espejo risueña y descubre algo con disgusto. Acerca la lupa que usa cuando se saca las cejas y nota unas rayitas a los lados de los ojos cuando sonríe… Ya está, no lo hago más, piensa.
Suena el celular y atiende, es Luis.
― Hola mi vida, ¿qué haces?
― Nada, aquí, poniendo al día mi agenda.
― Bueno, sigue en lo tuyo, te llamaba sólo para oírte la voz.
― Chao, cuídate… ¡y pórtate bien!
― Mi amor, si me portase mejor sería cura… ¡y de los santos! Un beso en ese cuello adorado. Te quiero…
― Yo también… ¡Siempre!
La llamada se interrumpe antes de él que oiga la última palabra.
Mantiene el teléfono al oído, ensimismada.  De pronto, voltea la cabeza en cámara lenta hacia la mesita de noche y fija su atención en las margaritas que Luis le había traído ayer. Va hasta allá y saca una margarita del florero y la empieza a deshojar…
― Me quiere… no me quiere…
Hasta que queda un pétalo.
― No me quiere… ¡lo sabía!
Estruja las margaritas y las arroja al cesto bota papeles al costado de su escritorio. Pero se lo piensa mejor y las mete en una bolsa que luego entierra al fondo del recipiente de basura de la cocina.
Ese día es tarde de canasta con las amigas y toca por primera vez en su casa. Todas hablan a la vez y se ríen a carcajadas. Ella las observa muy seria. Una comenta lo de su seriedad. Ella les cuenta lo del descubrimiento de las arruguitas en los ojos y todas sueltan una risotada. Otra le dice que se deje de boberías porque todavía es muy joven y además bella. Comienzan a burlarse de ella, pero se tragan las bromas cuando caen en cuenta que su mal humor es causado por la obsesión de siempre: que Luis la engaña. Tratan de convencerla de lo contrario, porque evidencias no hay, pero nadie logra sacarla de su locura.
De pronto, todas se quedan mudas, Luis entra quitándose la corbata y al verlas se acerca en puntillas haciéndoles señas a las amigas que no lo delaten y la besa en el cuello. Sorprendida se levanta y todas se miran y lo miran…  Es un hombre alto, delgado, que lleva un simple traje de combinación con la elegancia de un modelo. El cabello negro, liso y brillante, le cae sobre la frente al menor movimiento, el cual él alisa de cuando en cuando hacia atrás con la mano. Tiene unas facciones armoniosas muy varoniles, pero sin duda alguna, los ojos son su mayor atractivo: grandes y grises como un mar tormentoso con unas pestañas negras y abundantes que parecen maquilladas,  su mirada es tierna; es la mirada de un hombre enamorado. Sonríe apenado ya que ninguna le quita la vista, todas boquiabiertas.
Es perfecto… Encantador… cree oír ella que cuchichean.
Inmediatamente ella se levanta y acusa un dolor de cabeza que no siente, dando por terminado el juego. Luis la trata de disuadir, pero ella está decidida. Él, visiblemente mortificado, se despide dándole la mano a cada una; a ella le pone la punta de los dedos en el cuello y le dice al oído que la espera arriba, la voz ronca, íntima. Apremiada, despide a las amigas, que se van cotorreando entre suspiros y risas.
Hacen el amor el resto de la tarde y hasta entrada la noche. Mientras él duerme apacible, ella repasa una y otra vez en su mente el abobamiento de sus amigas por la presencia de Luis y los elogios de las amigas le martillan el cerebro: es perfecto, encantador… La amargura la mantiene despierta y no es hasta pasada la madrugada en que la vence el sueño.
Al día siguiente se presenta en el bufete de Luis de improviso y nota a distancia que su esposo le da una cajita de terciopelo a una mujer muy atractiva. Ella casi se desmaya y se esconde detrás de una columna para no delatar su presencia. Una vez Luis se queda solo, calma su furia y avanza hacia la oficina, al verla, él inmediatamente sale a su encuentro sonriente, la abraza con fuerza y ella no lo abraza. Él, ni cuenta se da y la toma por la cintura mientras entran a la oficina, asombrado, agradecido y contento por su inesperada visita. Cierra la puerta y la besa apasionadamente, ella se deja besar. De pronto entra la mujer y se disculpa por la intromisión. Luis se ríe apenado y sin dejar de sujetar a su esposa por la cintura, hace las presentaciones de rigor. La asistente, con una sonrisa congelada, le extiende la mano y ella la deja con la mano extendida, devolviéndole el saludo con la cabeza. La asistente le comunica a Luis  a lo que vino y se despide. Excusándose con una cita con su peluquera, ella aprovecha el momento para salir de ahí, ¡ya no puede más! Se marcha apresurada.
Llorando rabiosa, vaga por las calles sin rumbo. Esto no se queda así, piensa en alto al detenerse frente a una tienda donde venden armas.
Esa tardecita, al llegar él del bufete, ella dopa con un fuerte sedante otra migraña fingida para no tener que verlo ni hablarle más de lo debido. Ya adormitándose escucha que el habla en susurros por el celular. Incapaz de reaccionar, porque el sedante la noquea, duerme hasta el día siguiente. 
Se levanta más vengativa que embotada. Él le ha dejado una nota amorosa, de la cual ella sólo lee el encabezado y enseguida quema. Suenan los teléfonos y ella no atiende. Desencajada y perturbada se mira al espejo de su peinadora, cepillándose el cabello mecánicamente.
Detiene su carro cerca de la oficina, se cala el sombrero que lleva puesto y se acomoda los lentes obscuros a la espera de que él salga; el atardecer tiñe el cielo, antes azul, de naranja intenso y rojo violento. Lo sigue a distancia hasta llegar a un edificio de departamentos. Él estaciona y ella también lo hace cerca; él se baja cargando una caja de rosas rojas de tallo largo. 
Ella sale tras él y el sombrero sale volando, pero no se detiene y corre procurando no ser vista. Él mira de reojo tras de sí, se abre la puerta del portal y como queda la puerta entreabierta, ella lo sigue sigilosamente. Cuando ve que va a entrar al ascensor, interrumpe su paso. Al cerrarse las puertas, ella corre para ver cual es el piso al que sube, pulsa repetitivamente el botón del otro ascensor y éste abre sus puertas inmediatamente, se mete presurosa y aprieta el botón del pent house.
El ascenso le parece eterno… se le escapa, lo va a perder…
Cuando el ascensor llega a su destino ella asoma la cara y alcanza a ver que Luis recorre el pasillo a la derecha, al fondo se detiene delante de la segunda y última puerta y la abre con una llave que saca de su bolsillo, ella siente que le fallan las piernas. Camina con prisa por el pasillo porque espera pillarlo infraganti… ¿Pero y cómo entra al apartamento? Se acerca a la puerta y  no oye sonidos; respira profundo y aprieta los puños, desquiciada. Por no dejar, trata de ver si la puerta ha quedado abierta y con cuidado baja la manilla… no tiene seguro y entra.
Todo está a obscuras, y la indignación casi la delata. Se saca los zapatos de tacón y los deja en el piso con mucho cuidado, apretando su cartera de sobre contra el pecho con fuerza y camina hacia delante a paso de gato. Llega a lo cree que es el salón y se tropieza con una jarrón que está a punto de caer, pero ella lo ataja; de la obscuridad brotan unos susurros. Saca el arma que lleva en la cartera y apunta en la dirección de lo que, en su enloquecimiento, cree son gemidos y en eso se enciende la luz a la vez que ella apunta y dispara al rompe de Las Mañanitas que comienzan a cantar unos mariachis. 
Al  grito de feliz cumpleaños y en medio de pitos y serpentinas que vuelan, estallan los aplausos. Confundida y aterrorizada, los ojos desorbitados, descubre que en el amplio salón decorado con bombas, están sus padres, sus suegros, familiares y amigos. Recorre las caras buscando la de Luis y es cuando todos se dan cuenta que él está en el suelo en un charco de sangre y la asistente lo sostiene. 
Ella corre, se tira al piso, lo acuna en sus brazos desesperada y él alcanza a decirle al oído: menos mal que el asaltante me disparó a mí, mi amor… sin ti… mi vida hubiera sido un infierno… y su cabeza cae hacia un lado inerte; aquellos hermosos ojos grises tienen ahora la mirada vacía.






No comments:

Post a Comment