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Sunday, April 10, 2011

Té para dos

No reconocemos a los jóvenes enamorados porque se miran a los ojos, embebidos...  Se hallan, cada uno, lentes oscuros y celular en mano —a lo suyo. 
¿Cuánto tiempo hace que él era: rudo, valiente, fuerte, activo, feo, peludo, halagador, galante, práctico, arisco, apasionado, conquistador... y ella: vulnerable, voluble, suave, rellena, tierna, paciente, tolerante, comprensiva, receptiva, hermosa, amorosa, seductora?
Ahora nos las encontramos musculosas, famélicas, extremadamente prácticas, demasiado activas, hurañas, ansiosamente apasionadas y arriesgadas.  Mientras ellos son suaves, bellos, agudos, pacientes, delicados, fogosos, temerosos y perezosos.
El puente se hizo con rebeldía y a conciencia.  Se trata de igualarse a como dé lugar, cueste lo que cueste.   Ellas no pueden darse el lujo de llorar con libertad, porque no son bobas, ¡ay de ellas si dejan colar alguna debilidad! Y ellos ya no hacen el esfuerzo de conquistar, porque ellas ya se les adelantaron. 
El sueño jamás comentado del  joven esposo es llegar a casa y encontrar a una mujer amorosa que les ofrezca algo rico y calentito de comer; les dé un masaje,  los seduzca y los revuelque en la cama, aunque sea un lunes en la noche  ¾ellas fantasean, con que ellos compartan con ellas ese sueño.
A los muchachos no les queda más remedio que acostumbrarse a las mamas duras, perfectas... y postizas, mientras las chicas no entienden el porqué su enamorado pretende verla todos los días.
Adonde se fue: hoy por ti mañana por mí, en las buenas y en las malas, los poemas, las serenatas, las palabras dulces susurradas al oído, los besos a través de la reja, tejerle un suéter a él, la verdad, lo espontáneo, lo duradero...
Mientras él sigue allí, reunido con ellos cada noche, trago en mano añorando una diosa; y ella se pregunta –a la hora de la merienda con las otras– sorbiendo lágrimas mezcladas con té, limón y edulcorante... el porqué ellos ya no son como los hombres de antes.

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